lunes, 18 de abril de 2011

¿Se juega como se vive?


Tratando de terminar un escrito hecho con un amigo para intentar presentar en algún lado y agregar unas líneas más al CV, me reencontré con una nota ya un poco vieja de Alejandro Fabbri que trata temas relacionados al escrito que hicimos. La premisa central del artículo de Fabbri en resumidas cuentas es que las condiciones socioculturales del país se reflejan en la práctica del fútbol. El periodista escribe:

“Todas las voces de protesta, la enorme cantidad de reclamos ejercidos en función de cómo le ha ido a cada equipo, forman parte de las reglas que hoy se afirman en el fútbol argentino. En un país acostumbrado a celebrar la ventajita, aplaudir a quien saca provecho de alguna debilidad o del aprovechamiento de las fallas y la falta de sanción arbitral, vale todo. No nos olvidemos que se vive como  se juega, según han dicho los que saben: el truco es el juego nacional de naipes. Un divertimento en el que se miente, se engaña, se  ridiculiza al rival y es un monumento al embuste. Bien argentino. La gambeta, característica del fútbol argentino, es un poco eso también: voy para allá y te engaño, porque en realidad pensaba ir por el otro lado, así te dejo en ridículo. Hoy está de moda tirar la pelota afuera y correr alegremente a sacar el lateral como si la hubiera rechazado un rival…” (negrita en el original, las cursivas son mías)

Primero algunas preguntas: ¿Cómo sabe Fabbri cual es la esencia argentina? ¿Fuimos, somos y seremos de una única manera “acorde a nuestra historia”? Mi primera crítica se resume así: si existen esencias, como parece postular en la nota, no hay posibilidades de cambio, porque toda esencia es, por definición, inmutable. Además puedo decir como segunda crítica, que sostener a la gambeta como un reflejo de la esencia argentina es tan errado como los dichos de Cappa de que hay “fútbol de izquierda y de derecha”. Muchachos, los clubes no son empresas recuperadas y un equipo que juega con cuatro en el fondo no profesa una ideología conservadora, solo quiere reducir las posibilidades de que le hagan goles…. Decir que el fútbol nos refleja como sociedad es incorrecto y  también bastante empobrecedor. Asimismo termina teniendo un efecto paradójico en el argumento de Fabbri: sostener a través de la “teoría del reflejo” que los argentinos somos de una sola manera contradice el supuesto “progresismo” de la crítica de Fabbri subsumiéndola en un férreo conservadurismo.  

Por eso a mi me interesa pensar, siguiendo en parte a Luis García Fanlo, que el discurso futbolístico- y no el fútbol como juego- es solo uno de los discursos sobre la argentinidad que conforma determinados sujetos y deja determinadas marcas sobre los cuerpos de las poblaciones. En otras palabras, desde mi opinión sostenida en una concepción foucaultiana del poder,  el fútbol no nos muestra como verdaderamente somos, sino el discurso sobre el fútbol contribuye, junto con otros discursos diferentes, a la producción de verdad necesaria para “informarnos” como sujetos de determinada forma, algo indispensable para cualquier ejercicio del poder.  Nuevamente y para ir cerrando, mi planteo es que el discurso sobre el fútbol- ni verdadero ni falso a priori- puede contribuir a la incorporación natural de ciertos estados de cosas, cuya desnaturalización es necesaria para pensar críticamente y para pensarnos de manera diferente a nosotros mismos.

 P.D: Las críticas al artículo de Fabbri están hechas solamente por mi y son de mi absoluta responsabilidad.

jueves, 10 de marzo de 2011

The Wire: una serie humana, demasiado humana

"Esto es Baltimore, caballeros.
Los dioses no los ayudarán"

Comisionado de Policía Burell

Estoy viendo la tercera temporada de la serie “The Wire” y me parece muy interesante no solo por los temas que trata, sino por la estilo narrativo de la serie.  Primero voy a dedicar un párrafo a este último tema y voy a concentrarme en uno de los temas que me interesó: el cuestionamiento a las figuras clásicas de las series televisivas: “los buenos” y “los malos”.

Respecto al estilo narrativo y a como se estructura la ficción un par de cosas: Los creadores y guionistas son un detective de homicidios y un periodista, ambos de Baltimore ,que se conocieron casi de casualidad y decidieron escribir un guión sobre los acontecimientos de su ciudad que bien lejos está del “sueño americano”: abundan el crimen, el tráfico de drogas y los asesinatos y la corrupción Tal vez por sus trabajos anteriores, los autores entendieron y decidieron contar que en esta ciudad donde el camino legal no puede satisfacer las demandas sociales, sus habitantes se alejan de todos los asuntos públicos y se refugian en las drogas y todo esto salió al aire justo en 2002. Es decir, la serie muestra por un lado que un habitante de Baltimore está encerrado en ese espacio físico (la ciudad) y social (su clase) y para lograr pasar el tiempo, en general comete ilegalidades o se hunde en el consumo de drogas duras (como la heroína que es de las más atontadoras y dañinas). Por otro lado muestra la otra cara de la misma moneda: cómo aquellos que tiene alguna responsabilidad en la ciudad se “lavan las manos” o son corruptos: los policías pasan su trabajo a otros, tratando de evitar que crezca el número de homicidios que para ellos es solo eso: un número. El efecto de realidad que logra toda esta situación es impactante y hasta molesto: ¿Quién no se cruzó con alguien que evitaba trabajar a toda costa? Para profundizar algunos de estos temas se puede consultar lo que escribió Casciari en su blog hace un tiempo.


Pasando al segundo tema que mencioné al principio me interesaría aclarar la relación con el epígrafe del post: la frase resume la ausencia de criterios trasecendentes (simbolizados en la idea de Dios) que permitan alguna certeza, por lo que la única seguridad para los protagonistas de la serie es la muerte, por eso la paráfrasis de Nietzsche: The Wire es una serie humana, tal vez demasiado... Entonces podemos preguntarnos ¿A partir de que criterio calificar a los personajes si los policías traicionan a sus jefes y los ladrones de dealers testifican en juicios? Respecto a esto último creo que en este juicio, donde Omar Little- un ladrón de traficantes homosexual brillantemente interpretado por Michael Kenneth Williams - testifica para identificar al autor del homicidio de un testigo estatal, esto se puede llegar a ver. En el episodio 6 de la segunda temporada, Omar está siendo interrogado por el abogado defensor- que es el abogado de uno de los traficantes más importantes de la ciudad- quien le dice:

Lawyer: -You are feeding off the violence and the despair of the drug trade…You are stealing from those who themselves are stealing the lifeblood from our city…You are a parasite who leeches off...

Omar:- Just like you, man.

Lawyer:. the culture of drugs.... Excuse me? What?

Omar: I got the shotgun. You got the briefcase. It's all in the game, though, right?

Entonces diálogos como este intentan hacer pensar que preguntas como ¿Quién es el malo y quien el bueno? cuando ambos están relacionados al tráfico de drogas (el negocio del tráfico en el diálogo aparece como “the game”) carecen de sentido. Es por eso que me gustó la serie, porque intenta desnaturalizar verdades a priori incuestionadas como los estereotipos de buenos y malos presentes en varias series. Otros temas como la seguridad interna de EUA post septiembre de 2001, me interesaron mucho y están muy bien tratados. Pero quedarán para otro post, espero…

miércoles, 23 de febrero de 2011

El “tocuen” de los votos impugnados en las encuestas



En año de elecciones, sabemos que algo que ya se encuentra y se va a encontrar por doquier tanto en los medios como en la blogósfera son las encuestas electorales. Recientemente leí acá y acá dos encuestas que me llamaron la atención por una de las categorías en la que se encuadra a las respuestas de los encuestados: Los votos impugnados. (A primera vista no se ve nada, conviene hacer clic sobre la imagen y se tornan legibles los datos).

 En 2001 tenía 14 años, pero me acuerdo que había un gran movimiento pidiendo que los votantes impugnaran su voto frente a la crisis de representación de los partidos políticos. Nunca me había cuestionado si eso era así, solo lo di por sentado, hasta que una vez en la Facultad estudiando Derecho Electoral me dijeron que ningún elector podía impugnar su voto. ¿Por qué? El Código Nacional Electoral dice:

Artículo 91. - Impugnación de la identidad del elector. Las mismas personas también tienen derecho a impugnar el voto del compareciente cuando a su juicio hubiere falseado su identidad. En esta alternativa expondrá concretamente el motivo de la impugnación, labrándose un acta firmada por el presidente y el o los impugnantes y tomándose nota sumaria en la columna de observaciones del padrón, frente al nombre del elector. (cursivas mías)

En resumen: Las autoridades de mesa pueden proceder a la impugnación del voto solo por razones de identidad del elector. Es decir que es un procedimiento que se realiza antes o en el momento de votar y no tiene relación con lo que haya dentro del sobre de votación. Se puede decir que el porcentaje es tan bajo que no afecta lo que la encuesta quiere mostrar dado que un 1% no produciría sesgos en la respuesta. Pero yo quería señalar que el cuestionario que ofrece al encuestado la opción de impugnar su voto está mal diseñado y traerá análisis erróneos, así como también el encuestado que en caso de una respuesta abierta (sin opciones predeterminadas) responda que impugnaría su voto, se estaría dejando llevar por una opinión tan extendida como errónea.

P. D.: El lector interesado puede consultar entre otros la completa guía de Argentina elections donde se trata este tema y muchos otros más.   



sábado, 12 de febrero de 2011

Notas sobre “El oficinista” de Saccomano

Leí el libro de Saccomano (editorial Seix barral, 2010) y me parece altamente recomendable. En dos palabras podemos decir que la novela cuenta la historia de un empleado atrapado en la tragedia de su rutina cotidiana. Pero sería al menos pobre si me quedara solo ahí. Porque la novela desde mi punto de vista es una aguda crítica a las sociedades modernas. No hay en la historia individualidades, solo roles (el oficinista, la secretaria, el jefe, el compañero) y los diálogos están en estilo indirecto. Esto logró un efecto de ubicuidad impactante: el oficinista puede ser leída como la historia de cualquier persona en cualquier lugar, así como también los otros protagonistas de la historia. Más en este capitalismo posindustrial terciarizado, en el que la figura central dejó de ser el obrero, para pasar a ser el “White collar” como lo llaman en Estados Unidos y que es analizado por Marcuse en El hombre Unidimensional, tan bien satirizado por Woody Allen al principio de Bananas.
El oficinista está preso en su propio trabajo del que nunca tenemos una descripción precisa: siempre tiene que hacer lo que su jefe le dice. Su trabajo no lo hace sentir más humano, sino todo lo contrario: lo hace sentirse un fusible dentro de un tablero que puede ser reemplazado ante cualquier “racionalización de personal”  como está descrito magistral y satíricamente en el libro:
“En cualquiera de estas instancias no tiene sentido discutir la orden que ha venido desde arriba. Ningún argumento modificará la sentencia de la superioridad. Lo que explica la mansedumbre con que el despedido acepta su nueva realidad”(pág. 67)
“los cambios muestran su verdadero objetivo: que todo siga igual…[el oficinista] se agarra fuerte del escritorio, agacha la cabeza y espera que el viento pase” (pág. 69).
La condición humana al mejor estilo dostoievskiano, como se cita en la misma contratapa,  es descripta como abyecta y humillada. Además el oficinista debe soportar lluvia ácida, viajes como ganado en subte y helicópteros que patrullan la ciudad las 24 horas. ¿Tiene reacción el oficinista ante esto? ¿Qué relación tiene con esto la figura del otro que atraviesa el relato? Lean el libro
 Pero el oficinista no puede encontrar refugio en su familia pues su mujer es una suerte de monstruo horrible que lo detesta y sus hijos están atrapados en la fantasía consumista. A diferencia de los suyos el oficinista cree que “el destino no puede ser  ni un lavaplatos automático ni un jean” (pág.43).
Uno de los lugares de este sinsentido cotidiano son los medios de comunicación. La esposa se somete a la catarata de noticias puestas con cierto tono satírico y lo único que logran es mostrarle su impotencia, como bien resume Capusotto en “¿Hasta cuando?” Cualquier parecido con la actualidad no es en mi opinión pura coincidencia. Además muestra como se genera un estado de indiferencia total con la tragedia del resto, pues en los medios todo pasa y nada queda.  Tampoco le parecen divertidos los programas de entretenimiento que no sirven para difundir la cultura sino para humillar a sus participantes
El oficinista prefiere leer revistas científicas pues cree que así encontrará algún sentido a lo que le pasa, pero le ocurre lo contrario: la ciencia desencanta el mundo, como dijo Max Weber en la ciencia como Vocación y deja al hombre cada vez más solo en el universo avanzando en nuevas inquietudes antes que en respuestas.
 La religión tampoco es una respuesta para su soledad. Con cierto tono satírico El capítulo relata como  hicieron cargar de culpas al oficinista, como lo hicieron lavarse y como lo arrodillaron y le pidieron que confiese sus pecados “tiene que sacarlo todo afuera, le grita el pastor” (pág.181)  Después de tanta lectura sobre la ciencia el oficinista no concibe que “si todos unimos nuestras manos en plegaria, el cielo se abrirá”. No, el oficinista piensa que la única realidad es esta.
¿Cómo encontrar consuelo en esta inexorable soledad? En el amor de una mujer abyecta como el: la secretaria de la oficina.  Este amor no exento de conflictos atraviesa toda la novela y es desde donde el oficinista encuentra fuerzas para seguir adelante con su vida. ¿Tiene un final feliz? La respuesta a  todas estas preguntas en la apasionante lectura del libro.